martes, 26 de enero de 2010

Cómo China pretende controlar Internet

El sistema chino de censura se organiza en tres círculos que tratan de reducir al máximo posible el espacio de libertad de millones de internautas. Pekín procede también al “hacking patriótico” y, según los expertos, en China se originaría cerca de una tercera parte de los “programas maliciosos” del planeta.

Como prueba, los círculos más conservadores del poder pekinés, soñarían con transformar a la Internet china en una gigantesca Intranet para 1,300 millones de habitantes, una red interna que no se alimenta de las fuentes de la Web mundial sino apenas en lo necesario. En todo caso, impermeable frente a sus contenidos nocivos moralmente… y políticamente.

El otoño pasado, el poderosos ministro de la Seguridad pública, Meng Jianzhu, afirmó claramente que el desarrollo rápido de Internet en China ponía “desafíos sin precedente” en materia de “control social y de mantenimiento de la estabilidad”. Y evocó la necesidad de “erigir un vasto sistema de seguridad que cubra a Internet y al mundo real”. Después de haber visto en Internet una válvula útil para la olla social, las autoridades terminaron inquietando ante ese vector de propagación horizontal de conflictos locales a lo largo de todo el país. Por lo demás, se forjó un expresión, los “incidentes de masa sobre Internet”.

El sistema de censura china se organiza en tres círculos. La policía de Internet que contaría con 40.000 personas. Luego todos los operadores privados de los sitios y foros, con una forma de censura hábilmente subcontratada, cuyos soldados eficaces no se contabilizan. Por último, y no es la palanca más débil, la autocensura de los internautas, de los moderadores o de los proveedores, sabiamente mantenida.

A nivel nacional, la responsabilidad de la censura incumbe, como es frecuente, a dos estructuras, una que depende del partido y otra del gobierno. El departamento de la propaganda del Partido por un lado, y la oficina de información del Consejo de Estado, por el otro. Con ocasión del caso Google, el patrón de esta segunda entidad, Wang Chen, acaba de reafirmar la necesidad de controlar a Internet para “guiar la opinión pública”. Luego. Esa doble cadena declina en todos los niveles regionales y administrativos. Con una cascada de niveles de responsabilidad que secreta confusión. “Hay tantos actores para la censura que los criterios no pueden unificarse, cuenta Hu Xingdou, profesor en el Instituto de tecnología de Pekín, lo que es ilegal a los ojos de unos está autorizado por otros”.

Ese reputado economista, oído por el poder que por lo demás no malgasta, tuvo la mala suerte de ver cómo se bloqueaba su blog en la última primavera, Y curiosamente, a pesar de que es pekinés, por la oficina de vigilancia de la policía de Suzhou, en la provincia del Jiangsu. El hombre no se bajó y lanzó a sus abogados al ataque. Actuando hábilmente contra su proveedor por violación de contrato en vez de contra la censura estatal. Y ganó. “Era la primera victoria de ese género, estima él, pero pienso que eso ya no sería posible hoy. En algunos meses, la libertad sobre Internet ha retrocedido considerablemente.” Represa verde y represa azul


La caja de herramientas de la censura no deja de llenarse. En junio pasado, Pekín había suscitado un clamor internacional y la ira de sus internautas al imponer que cada computador vendido en China estuviese equipado de un software que filtrara los contenidos pornográficos, Green Dam, “la represa verde de escolta de la juventud”. Con el riesgo de incluir en las listas a sitios bloqueados por obscenidad de los contenidos sensibles políticamente. Desde entonces, más de 700 sitios han sido cerrados. En esa estela perdieron su licencia toda una ráfaga de portales muy populares que acogen blogs que permiten compartir fotos, videos, música u otros contenidos. Dos meses más tarde, una iniciativo mucho más eficaz, pasó desapercibida, El Blue Dam (“represa azul”), impone un filtro, aguas arriba, a los proveedores de acceso. Consecuencia inmediata de esa medida adoptada en septiembre, antes de la fecha sensible del 60º aniversario de la República popular, numerosos proxys y VPN utilizados por los internautas para obviar la censura se hicieron inoperantes. Obviamente, los más experimentados entre ellos encontraron paradas, pero otros se desilusionaron.

He allí en lo que se refiere a la parte defensiva. Pero la ofensiva se realiza también en la parte delantera del frente, en la ofensiva, mediante la intrusión en los sitios y las mensajerías notablemente sospechas. Para ello, Pekín puede extraer de un segundo círculo de ciberguerreros, el de los hackers, esos “hacktivistas”, producto de una mezcla de hacking y de activismo. El “hacking patriótico” chino apareció a partir de fines de los años 1990, con asociaciones como la Red Hackers Alliance o la China Eagle Union —que reagrupan a miles de miembros. Lanzaron sus armas notablemente en 1999, después del bombardeo “por error” por parte de los Estados Unidos de la embajada China en Belgrado, atacando las redes americanas, El miso año, se apuntó a sistemas taiwaneses con motivo de la investidura del presidente independentista en Taipei.

Visitante rojo y visitante negro


Ese vivero de jóvenes lobos que se bañan en la cultura de Internet se estima entre 250.000 y 300.000 personas. En un diario de Hongkong, un hacker chino confiaba recientemente en que el Instituto de investigación del ministerio de la seguridad pública colocaba regularmente ofertas de empleo sobre los foros del dominio, la NSA americana, y otros muchos servicios en el mundo, seguramente hacen lo mismo. En un artículo aparecido hace tres días en el South China Morning Post, un así llamado “Lyon” dice que es miembro del núcleo directivo de la Honker Union of China. La palabra honker es la traducción del “visitante rojo” (hong ke) un juego de palabras nacionalista sobre la traducción de la palabra hacker, “visitante negro” (hei ke).

El grupo, nacido bajo el favor de ataques contra redes americanas, como secuela de la colisión entre un avión espía americano y un aparato chino sobre el mar de China en el 2001, reivindica 12.000 miembros. Lyon niega que sus tropas puedan estar detrás de los ataques contra Google, hablando de independencia y de ética del hacking. Reconoce sin embargo que algunos de sus miembros participaron en la ofensiva de represalia contra sitios iraníes, después de los ataques de los hackers iraníes contra el motor de búsquedas Baidu. Y que a veces ayudan a sitios oficiales chinos a mejorar su seguridad. Con el tiempo, algunos de esos grupos de hackers se han transformado en sociedades de seguridad Internet, utilizados a veces por el Ejército popular de liberación.

En junio de 2009, un “top 5” de los países productores “de amenazas cibercriminales por intentos de infectar a través de Internet” establecido por el especialista de las soluciones de seguridad informática Kapersky Lab, colocaba a China en el primer escalón del podio con 56,41% de los ataques. Muy lejos de Rusia (5,92%), de los Estados Unidos (4,86%) y de la India (3,34%). A pesar de que puedan ponerse en duda, esas estadística cubren otros estudios muestran claramente l superación en potencia china sobre el lado gris de Internet. Según Treta Express, China sería el origen de cerca de una tercera parte de los “programas maléficos” (malwares) del planeta.

“Los lavados del cerebro”



La otra gran evolución es lo que algunos llaman la “Censura 2.0”, es decir una adaptación al Web 2.0. Fuera de su masa de internautas en progresión fulgurante —384 millones según las últimas cifras—, China tiene la particularidad de contar una tasa de blogueros extremamente elevada. Serían cerca de 160 millones. Desde hace tiempo se habla del “parido de los 5 maos” (el mao es una subdivisión del yuan), para designar a esos millares de internautas pagados para que coloquen comentarios “positivos” y para orientar los debates . Sus herederos intervienen de maniera cada vez más sofisticada sobre los foros y las redes sociales notablemente las versiones chinas de Facebook, YouTube o Twitter, cuyos orígenes están bloqueados desde el verano pasado y después de los acontecimientos del Xinjiang. “Se les reconoce fácilmente, se divierte un estudiante de Tsinghua, se les llama wu mao o nao can (“lavados del cerebro”, NDLR).”

Acompañando las tendencias tecnológicas, la última ofensiva de los censores apunta hacia la telefonía móvil. China cuenta con más de 720 millones de teléfonos móviles y el uso de Internet sobre los celulares explota. Siempre bajo el sesgo de la represión de la pornografía, las autoridades acaban de lanzar ataque a los SMS al prohibir los “textos pillos”. En caso de audacia textual, el operador bloquea la función.

Sobre los foros chinos, numerosos internautas se rebelan contra esta última coacción, preguntándose qué espacio de su vida privada va a quedar al menos un poco fuera del alcance de las cámaras o softwares espías. “Que bloqueen sitios pornográficos, por qué no, pero en el caso son nuestros intercambios privados los que ellos escrutan, y ello es inadmisible”, se indigna una joven ingeniero. Para Jerely Goldkorn, editor del sitio Danwei.org sobre los medios y el Internet chinos, ello se parece a un verdadero programa de toma de control de todas las nuevas formas de los medios, el uno después del otro”.

La censura tiene sus efectos bumerang. Otro estudiante cuenta que desde septiembre, después de la eliminación del servicio de los proxys habituales, como muchos otros se ha dirigido hacia softwares de la desviación más sofisticados. Y notablemente los ofrecidos por Global Internet Freedom Consortium, un organismo basado en los Estados Unidos… y cercano al movimiento Falung Gong, bestia negra de Pekín. “La autoridades le ofrecen un visibilidad y una simpatía inesperada al Falun Gong, constata un observador. Como otros organismos americanos, el consorcio quiere convertirse en el equivalente moderno de Voice of America. Al desarrollar tecnologías que les brindan a todos el acceso al ruido del mundo, ya no a través de las ondas, sino a través de los cables de Internet.

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